miércoles, 3 de diciembre de 2008

Comparando los efectos internos de las recesiones mundiales

03-12-2008 /
Fuente: el argentino.com
Las señales del futuro no aparecen aún claramente.
Mario Rapoport.

Con el fin de los paradigmas keynesianos –cuya preocupación esencial era la de evitar una nueva depresión como la de los años ’30– y el predominio ideológico del neoliberalismo, el estudio de los movimientos cíclicos del capitalismo, especialmente el de los ciclos largos, se dejó a un lado. Sobre todo, la caída del muro de Berlín y del “socialismo real”, hicieron surgir la tesis que daba por enterrada definitivamente cualquier crisis sistémica.
Ocurre que los ciclos y la posibilidad de crisis tan profundas siguen vigentes, a pesar de economistas que pretendieron negarlo. Pero resulta necesario esclarecer en qué medida esas crisis mundiales repercuten en la economía argentina y cómo se las ha enfrentado localmente, teniendo en cuenta las características pasadas y presentes de su estructura económica, política y social. Y esta problemática requiere del análisis histórico-comparativo. Es decir, comparando la crisis de los años 30, la más profunda del capitalismo hasta ahora, con la actual; cuáles son sus semejanzas o diferencias; la forma en que históricamente aquella repercutió en el país y cómo puede hacerlo ésta:
1) La crisis del 30 impactó fuertemente en la economía argentina, hasta entonces plenamente abierta al mundo. Fue afectado sobre todo el comercio exterior, por una brusca disminución de la compra de nuestros productos, y las relaciones con Gran Bretaña, el principal socio comercial. Previamente se había experimentado el derrumbe de la Caja de Conversión y perturbaban los niveles de deuda pública, la fuga de capitales y la baja de los precios en los bienes de exportación. En la crisis actual, también hubo una salida traumática del régimen de convertibilidad pero luego se produjo una recuperación notable, favorecida en el sector externo por una etapa de altos precios y ganancias y por el desarrollo del mercado interno. Sin embargo, debido a su endeudamiento anterior, el sistema financiero está más aislado del mundo: la recuperación se basó sobre todo en el ahorro propio y, en parte, en la repatriación de capitales. Desde el punto de vista comercial los efectos plenos de la crisis se hicieron sentir en la baja de los precios de exportación, pero la menor dependencia de un comprador principal puede atenuar los efectos de una caída de los bienes exportados.
2) Las coyunturas se parecen, porque en ambos casos se plantea la imposibilidad de continuar con el modo de acumulación anterior. En 1930 se pasó de una estructura predominantemente agroexportadora a otra con un fuerte componente industrial. En la época actual se viene de un régimen rentístico-financiero y se trata de afirmar un nuevo modelo de acumulación productiva. En ambas circunstancias se pone en evidencia el rol clave del Estado.
3) En la época de la gran depresión se recurrió sin saberlo a políticas keynesianas o pseudokeynesianas. Se estableció un severo control de cambios; se impusieron aranceles proteccionistas; se crearon juntas reguladoras de los principales productos a fin de controlar la producción y pagar precios mayores a los internacionales, que estaban deprimidos, y se estableció un nuevo sistema financiero con la creación del Banco Central. Ahora se crea un Ministerio de la Producción para estimular a los sectores productivos, se otorgan facilidades impositivas a los empresarios, procurando una mayor inversión y el retorno de capitales desde el exterior, y se recurre a una masiva inversión estatal en obras públicas. Existe una política de control de cambios y de capitales pero no tan directa o estricta.
4) En los ’30 hubo una baja inicial del crecimiento (o decrecimiento) y luego la economía comenzó a recuperarse, con varios años seguidos de tasas positivas, que aumentaron con la Segunda Guerra Mundial. En la situación actual se viene de un fuerte crecimiento luego de la crisis de 2001-2002, aunque está prevista una desaceleración. En los ’30 predominó también una proceso deflacionario, lo que no ocurre en la actualidad.
5) Ambos casos tienen características propias porque el impacto inicial de la crisis de los años 30 en las naciones periféricas favoreció el desarrollo de sus economías al hacerlas más autónomas de los países centrales y permitirles comenzar procesos de industrialización. Las consecuencias de la crisis actual constituyen todavía una incógnita, pero pueden representar también una oportunidad para continuar con el desarrollo interno iniciado en años precedentes, sin que se afecten demasiado los productos de exportación porque gran parte de sus mercados no se hallan en el corazón de la crisis.
6) Otra cuestión, a diferencia de la crisis del ’30, es que ahora existe un proceso de integración regional que puede potenciar alianzas, como con Brasil y otros países sudamericanos, formulando soluciones macroeconómicas conjuntas de defensa de la crisis.
7) Un elemento importante a tener en cuenta para analizar el efecto de la crisis de los años 30 es que indujo a una manifiesta pérdida del poder político de los sectores dirigentes tradicionales y una trama social más compleja, derivadas ambas de las transformaciones económicas que la propia crisis imponía. En ese sentido, la situación actual muestra un panorama con fuertes contrastes. Las necesidades de cambio generan condiciones para el surgimiento de nuevos intereses y actores sociales que pueden, en el mediano o largo plazo, cristalizar en una estructura social diferente. Debe señalarse que los caminos de salida de la crisis del ’30, más matizados y pragmáticos, fueron posibles, precisamente por las transformaciones en las estructuras de poder señaladas.
Robert Boyer dice, refiriéndose a la evolución del capitalismo: “Vivimos un período paradojal. El capitalismo triunfa, pero es una de sus formas menos prometedora, financiera y excluyente, la que tiende a prevalecer sobre las otras ante la ausencia de un sistema internacional que permita la complementariedad de los procesos de crecimiento nacionales. La Ley de Gresham, que dice que la “mala moneda desplaza a la buena”, se aplica globalmente: a largo plazo los malos capitalismos, que acentúan la desigualdad de los ingresos y de las riquezas, poco eficaces pero flexibles, desplazan a los buenos, más igualitarios, más eficaces, pero demasiado lentos frente a la coyuntura”.
Boyer apunta así a los procesos de valorización financiera que reemplazaron a la acumulación productiva. ¿Qué podríamos agregar a esto?
Una lectura correcta de la economía mundial y la respuesta a estos dilemas son claves para entender nuestra propia situación y capear la crisis. Pero las características distan de ser similares en cada lugar y el mundo se remodela constantemente con cada ciclo adverso, como la propia historia se encarga de mostrar con el desplazamiento de las potencias hegemónicas y el surgimiento de nuevas economías emergentes. En los ’30 sabemos que la salida fue la guerra y la posterior hegemonía de los Estados Unidos. En la actualidad, las señales del futuro no aparecen aún claramente.
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